miércoles, 4 de abril de 2012

REFLEXIONES ...DE UN CAFE !!!




Siempre había valorado levantarse por la mañana tras el olor del café recién hecho. En realidad, lo que más la gustaba es que alguien se hubiera ocupado de hacer el café. O mejor dicho, no tener que esperar a que este se hiciera y, así poder disfrutar enseguida del primer placer del día.

Hoy nadie hizo café para ella. Sintió una terrible desgana ante la evidencia de tener que preparárselo. Estaba saliendo de la cocina cuando un pensamiento la hizo volver. ¿Te vas a privar a ti misma del placer de una taza de café porque lo tengas que hacer tú? ¿Cuántos cafés has preparado para otros sin sentir esta desgana?

Ya con su taza de café en la mano, disfrutando su olor, su gusto, su calor… quiso descubrir por qué sentía esa desgana a hacer cosas para ella misma. ¿Cómo era posible que no la sintiese cuando lo hacía para alguien? Era madre, esposa y profesional, estaba muy acostumbrada a hacer cosas para otros, pero no para ella. ¿Por qué?

Es cierto que cuando los demás la agradecen lo que hace se siente bien, le gusta ser reconocida. Cuando no es así, se enfada, se siente una víctima de la situación. Entonces, ¿lo que busco en realidad es la aprobación de los demás? Esto la sonó a algo que había leído hace unos días, como de niños aprendemos el papel del complaciente, si hago las cosas bien me quieren… , si demuestro mi capacidad de sacrificio me convertiré en una buena madre, esposa y profesional. Y, oyó el eco de su madre en la cabeza, ¡yo que siempre me sacrifiqué por vosotros…!

Sorbo a sorbo, aquel café siguió inspirándola en el análisis de su actitud. Cuando era pequeña buscaba un beso, una caricia, un abrazo… Sin embargo, aprendió a contentarse con un ¡qué buena eres, qué bien lo haces! Ella hubiera cambiado un buen café por un beso cariñoso, su plato preferido por un abrazo… ¿Mis hijos, mi marido, mis amigos, mis clientes… se sentirán igual?, ¿quizá me he centrado en el “buen hacer” para escudarme y no tener que demostrar mis sentimientos?

¡Qué sutiles podemos llegar a ser!, una sonrisa triste invadió su cara. Me creía “Doña Sacrificada” y resulta que soy “Doña Exigencias”, culpando a los demás de mis carencias emocionales, obligándoles a un reconocimiento por mi obsesión de hacer, por mi obsesión de dar, eso si, a cambio de un reconocimiento. ¡Si ni yo misma valoro hacer café para mí, ¿por qué lo han de valorar los demás, por qué les exigo que lo hagan…? 

DELIA DUCREAUX.